Algún día hablaré en profundidad de El séptimo sello, a la que todavía no soy capaz de hallar el punto, por más que lo intento. La primera vez me dormí, la segunda se me hizo larga y la tercera, pretenciosa. Pero si Woody Allen necesitó seis o siete visionados de 2001: Odisea en el espacio para comprender la grandiosidad de Stanley Kubrick, quién soy yo para negar el estatus de obra maestra al film de Ingmar Bergman. Volveremos a intentarlo.

Esta pequeña introducción viene a cuento de la noticia que nos llega desde Estocolmo: las piezas del ajedrez utilizado por los personajes de El séptimo sello han sido subastadas por un millón de coronas suecas; es decir, casi 100.000 euros, que no suena tan rimbombante pero sigue siendo una cantidad a la que la mayoría de mortales no podemos acceder. Así que ahora habrá algún afortunado o ‘freak’ que podrá sentarse en las playas de Suecia para poner en jaque a la muerte. Eso sí, deberá hacerlo sin el rey blanco, pieza no incluida porque fue dañada durante el rodaje (que miren en la tumba de Bergman).

El ajedrez de El séptimo sello ha sido el objeto más codiciado de la subasta organizada por Bukowski’s, pero no el único. El lote se componía de otros 337 efectos personales del director sueco: premios de cine, notas manuscritas y hasta el escritorio en el que redactaba sus guiones. En total, Bukowski’s ha recaudado 1,75 millones de euros y ha recibido peticiones de más de 100 países diferentes. Normal que el procurador jefe de la casa de subastas, Carl Barkman, haya dicho que se han superado todas las expectativas.